Hace unos días vivimos el mayor evento en torno a la sostenibilidad empresarial que se haya realizado en el país, el Encuentro Sistema B Chile, donde las palabras del Ministro de Economía, reafirmando su compromiso para acelerar el desarrollo de más Empresas B, marcaban la pauta de lo que sería este espacio. Porque si realmente queremos avanzar hacia una sociedad más justa, inclusiva y resiliente, necesitamos enriquecer el nivel de las conversaciones, pero sobre todo de las acciones. Y así como las empresas deben transitar hacia negocios más conectados con los desafíos sociales y ambientales, también es necesario ponernos al día en materia de políticas públicas para que lo anterior ocurra con celeridad.
Si bien somos el país con más Empresas B Certificadas per cápita en América Latina (265), sabemos que no es suficiente. El desafío de responder con la fuerza del mercado a las problemáticas más urgentes a las que nos enfrentamos, es un compromiso fundamental. Compromiso que incluye cumplir con altos estándares de desempeño social y ambiental, transparencia y responsabilidad. Estos, a su vez, deben traducirse en acciones concretas en diferentes áreas, y es ahí donde la convicción se vuelve menester. Porque ser una Empresa B Certificada no es algo retórico, o que suene lindo y contribuya a una reputación sostenible o “verde” como por muchos años se llamó.
La Certificación de Empresa B, además de desafiar a las compañías a desarrollar modelos de negocio de impacto, también las obliga a cumplir con tres principios fundamentales: un alto desempeño social y ambiental (verificado de acuerdo a los estándares de B Lab); asumir un compromiso legal cambiando su estructura de gobierno corporativo (para ser responsable no sólo con los accionistas); y mostrar transparencia al permitir que la información sobre su desempeño esté disponible de manera pública.
Estas acciones y altos estándares que se deben cumplir son sinónimo de entregar confianza o garantías y demostrar un compromiso férreo con la sociedad y el entorno que las rodea. Y en un escenario donde la confianza empresarial en el país repunta lentamente, manteniéndose en un terreno más bien negativo, necesitamos con urgencia de más empresas y organizaciones comprometidas y convencidas de estar jugando este partido decisivo, un partido que se juega entre todos, porque para revertir el resultado, necesitamos de todos: empresas, Estado, sociedad civil, academia y por supuesto la ciudadanía. Pero para que eso ocurra, será necesario dejar de lado los bandos y comenzar a construir un diálogo que nos enriquezca como sociedad, comprometiéndonos con un desarrollo verdaderamente sostenible, poniendo en el centro de este compromiso el bienestar de las personas y el planeta.
Por Zdenka Astudillo, directora ejecutiva de Sistema B Chile.
Fuente: Diario Sustentable